La reforma y modernización de la política
Una clase política subdesarrollada no puede crear un país desarrollado.
jueves, 4 de noviembre de 2010 - 43684 vistas
No existe un país desarrollado con una clase política subdesarrollada. El subdesarrollo de la clase política se manifiesta en la cultura política creada por ella y en la que habita. Martin Heidegger, sostuvo la tesis que “el leguaje es la morada del ser, el hombre habita en sus palabras”. El lenguaje no son sólo los discursos, los mensajes y las palabras; lenguaje son, también, los gestos, las conductas, las actitudes, los hábitos. El lenguaje es, asimismo, lo que se silencia, lo que se calla, lo que se oculta… y lo que se intenta ocultar en nuestra cultura política es la corrupción que se refleja en la mirada, en la expresión corporal, en el hablar excesivo o en el miedo a hablar porque existen los actos fallidos, la exaltación y la agresividad que descubren lo que se pretende ocultar.
“El Dr. 10 por ciento” le decían a un político muy ejecutivo; “la alcaldesa 20 %” le decía a una gobernante elegida y que, según testimonios, pedía, sin diplomacia alguna, “su 20%” de comisión. Otros que han pasado a la historia pedían “la comisión de mis compañeros”. Grandes obras se construyeron y se siguen construyendo, luego que se llegó a un acuerdo sobre “la comisión”, “la cómica”, “la coima”, “la mordida”. “La política es así”, usted no entiende, “si no hay comisión, no hay acuerdo”. El presidente almuerza con su asesor y el creador del proyecto. Terminado el almuerzo el presidente dice: “bien, el proyecto está aprobado” y para concretar el acuerdo, “usted arquitecto reúnase con mi asesor”. El creador del proyecto y el asesor presidencial, intercambian tarjetas. Vuelven a almorzar y todo termina con la siguiente frase del representante del presidente: - “Arquitecto, cuál es su comisión”. El arquitecto, sorprendido, responde que no hay comisión, que el proyecto cuesta tanto y eso es lo que el Estado tiene que pagar. La respuesta del asesor es clara: - “Arquitecto, así no es la política, si no hay comisión no hay proyecto… decida, cuánto es para usted y cuanto para nosotros”. El arquitecto, sorprendido, reafirma que no hay comisión. “Entonces no hay proyecto”, afirma el asesor. Obviamente, el proyecto se ejecuta con una empresa que sí acepta el trato y que no tiene ningún escrúpulo en iniciar un proyecto que no tiene estudios ni nada que se le parezca. Sólo el interés por la comisión disfrazada de “voluntad política” por hacer obras en bien del pueblo… Es que cuanto más obras más comisión. El axioma es simple. Por eso la idea de las obras sin control.
Este ejemplo, real, narrado por un arquitecto exitoso del sector privado, multiplicado por miles, le produce pérdidas a América Latina y al Perú de un 58 por ciento del PBI per cápita. Nada menos.
Si algo hay que cambiar de la cultura política es la corrupción que se ha enseñoreado en todos los niveles del Estado: el central, el regional y el local. ¿Cuántos miles de millones se pierden por la corrupción? Según los especialistas, la corrupción es el principal freno al desarrollo.
La corrupción no se vence con palabras, denuncias, juramentos y códigos de ética. Machiavello, afirmaba que en la naturaleza del hombre está la tendencia hacia la maldad. En el Leviatán, Thomas Hobbes, afirma que el Estado tiene que garantizar la vigencia de las leyes, los acuerdos que garanticen la justica e impidan la confrontación, las guerras y que los hombres se “entrematen” por su inclinación hacia el egoísmo. El Estado debe controlar con las leyes y la coacción de la justicia y la fuerza pública que todos se respeten. Pero, ¿qué ocurre si el Estado es tomado por la corrupción? ¿Qué sucede si los partidos políticos que gobiernan, se alían, se unen por un pacto no escrito por el cual se cobran comisiones, hacen negociados, se reparten prebendas una vez que se conocen y comparten secretos?
Uno de los temas centrales de la reforma y modernización del Estado es la derrota de la corrupción. Debe quedar claro que la corrupción es el principal freno al desarrollo. Esta reforma tiene que llegar de la sociedad civil: instituciones, empresas, gremios empresariales, asociaciones diversas de ciudadanos-vecinos y de los dirigentes y militantes de los partidos que son conscientes que no habrá desarrollo con la corrupción instalada en el ADN de los partidos políticos que han impuesto su impronta al Estado en sus diferentes niveles. Hay partidos corruptores con dirigentes que se esconden porque son los hacen el trabajo “sucio”.
La corrupción es parte de la cultura política peruana. Viene desde el virreinato. Continuó en la república y floreció en los partidos. Algunos, si se revisa la correspondencia del exilio desde los años 30, encontrará que ya desde entonces, los más altos dirigentes se acusaban mutuamente de corruptos.
Por ello es que en el Perú los ciudadanos sospechan de los pactos, los acuerdos, las “confluencias” y las alianzas. El ciudadano común teme que estas “alianzas” en realidad sean formas de garantizar la “repartija”, el “contubernio”, la “impunidad”. Muchos alcaldes o presidentes de región postulan al Congreso de la República en pos de la inmunidad que es en realidad la búsqueda de la “impunidad”. En cinco años y con una reelección de por medio, los delitos habrán “prescrito”. Prescripción, inmunidad, impunidad, alianza parecieran ir juntas. ¿Tiene o no razón el ciudadano cuando rechaza las alianzas?
Cuando en la última campaña electoral se propuso como estrategia la confrontación de decencia contra corrupción, los “analistas” y los propios ciudadanos rechazaron la idea. El relativismo moral ha avanzado. “Si yo estuviera en la misma situación que el candidato X, también hubiese aceptado la plata de Montesinos” afirmaban personas de todos los sectores sociales, desde el más alto hasta el más bajo. Todos aceptaban que si ellos fueran autoridades, una parte del presupuesto iría a sus bolsillos. El relativismo moral ha crecido con la anomia y el mal ejemplo. Sin embargo, la persistencia en la idea de luchar contra la corrupción ganó la batalla. Se creó mayor conciencia y se generó una actitud digna.
Esa batalla hay que ganarla, es imperativo ganarla si se quiere derrotar el subdesarrollo.
Una clase política subdesarrollada, no puede crear un país desarrollado.
La cultura política -las reglas visibles y las invisibles de la política peruana, los usos y costumbres- tiene que ser cambiada. Un amigo muy querido, el historiador José Antonio del Busto, me dijo una vez: - “hay algo que está ausente en el país, la idea del honor”. Hay que reinstaurar la idea del honor… un corrupto carece de honor porque su pensamiento y sus manos son exactamente lo contrario del rey Midas que todo lo convertía en oro. Sus pulsiones, la agresividad a flor de piel, el miedo a las entrevistas críticas, la incapacidad de frenar sus inclinaciones los delata, la risa que no nace del corazón, el gesto los delata. El elector debe mirar bien. Algunos actores políticos se entrenan para mentir… pero siempre se nota. Las manos, la mirada, la expresión corporal descubren lo que las palabras intentan ocultar.
Escrito por: Oswaldo Carpio para SanJuandeLurigancho.com
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