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Oswaldo Carpio

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miércoles, 2 de febrero de 2005

El liderazgo y el sentido de la política

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El liderazgo y el sentido de la política

miércoles, 2 de febrero de 2005 - 46525 vistas
Atreverse a pensar. Decir la palabra. Unir el verbo y la palabra. El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. El don de la palabra. El espíritu de la palabra. Ir contra la corriente. Atreverse a actuar. Romper con la mediocridad del medio. Todas estas son frases que expresan, de alguna forma, cómo es que la palabra escrita o hablada, expresa un punto de vista, una opción, una manera de ubicarse frente a la vida. Líderes son aquellos que tienen seguidores y que unen, en su vida, palabra y acción. Pensamiento y capacidad para conducir a sus pueblos. En nuestro país hay un problema estructural en la creación de nuevos líderes y en la construcción de nuevos liderazgos. Las estructurales culturales, políticas, psicológicas, emocionales fagocitan, tragan a los nuevos líderes y los incorporan a los viejos moldes. El resultado es la sensación de fracaso permanente. El fracaso real, pues casi 3 millones de peruanos han salido del país -el año 2004 partieron mil personas diariamente con el fin de no volver-. Evidentemente se van los mejores y los desesperados. El Perú está siendo descremado. Estamos perdiendo talentos. Con el fin de encontrar una respuesta, se trata de examinar el sentido de la vida y de nuestras vidas. ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué sentido tiene nuestra vida y nuestros actos? ¿Qué buscamos? ¿Qué queremos? Estas preguntas van, para los que han optado por la política, en el mismo sentido. ¿Qué es la política? ¿Por qué estamos en política? ¿Tiene sentido participar en política? ¿Cómo debe ser nuestra participación? ¿Cuál es el sentido de la política? Se toca con las manos en el Perú la falta de liderazgo. Esta carencia está vinculada a las preguntas precedentes. ¿Es imperativo que, aquellos que ingresamos a la política en nuestra juventud, reneguemos de nuestros ideales de democracia, libertad, justicia, igualdad de género, respeto a los derechos de las gentes, paz y una vida creadora, porque la política se ha convertido en actividad de grupos mediocres, carentes de profundos principios morales o de profundo compromiso con la gente? ¿Debemos adaptarnos a la cultura política predominante? ¿Qué es la cultura política? Son los usos, las costumbres, las formas, las maneras de hacer política. ¿Cuál es la cultura política peruana? La de la exclusión, la desigualdad, la confrontación, la apariencia… el predominio del autoritarismo, la verticalidad, el mando de arriba abajo, sin respeto a los demás. Lejos del diálogo, la reflexión colectiva, el respeto a las ideas discrepantes, la cultura política dominante ha ido cayendo cada vez más. Si en los años 30 había pensadores dedicados a la política y entre los años 60 y 70 nuevas generaciones se entregaron a la tarea de servir al país, entre los años 80 y 90 hacia delante, los que han llegado al gobierno han demostrado, con creces, que no están a la altura de las necesidades del país. Son muchas las preguntas que nos hacemos los que estamos en política. En primero lugar, definamos la política como la ciencia, la pasión y el arte de gobernar al servicio de la gente. La política es, para algunos, la ciencia del poder. ¿El poder de quién y para qué? La política sólo tiene sentido si sirve, si está al servicio de la mejora de las relaciones humanas, si ayuda a la cooperación entre todos, si contribuye a la paz, la unidad, el desarrollo integral sustentable. Sostenible. La política tiene que contribuir a la felicidad de la gente. Tiene que ser acción de gente noble y con fines nobles. Federico Nietzsche, el filósofo alemán, había advertido en el siglo XIX, como es que “ya ahora comienza a dejar de ser la política profesión de nobles, y es posible que algún día parezca tan vulgar que se le ponga, como a la literatura de los periódicos y de los partidos, la etiqueta de prostitución de la inteligencia”. La frase es dura, pero expresa aquello que un observador comprometido -no cínico- podía y puede advertir. Preguntémonos; ¿Qué tiene que hacer en la actividad política un congresista que subvalúa un vehículo importado con el fin de evadir impuestos? ¿Por qué puede estar en el Congreso un congresista violador? ¿O un individuo que es congresista para usar de la inmunidad para evadir la justicia, o los que se dedican como abogados, desde el congreso, a corromper al poder judicial, o a dar leyes que favorecen negocios privados? ¿Cómo es que pueden intentar, siquiera, volver a postular ex presidentes que destruyeron al país, pulverizaron la economía, envenenaron la política y desataron campañas de destrucción de las instituciones y de las personas? En realidad, en el Perú, tenemos que volver a reflexionar sobre el sentido de las cosas con el fin de crear un nuevo orden. Salgamos de la política como administración del poder, como simple anécdota, como frase ingeniosa o como exabrupto agresivo y violento. En las últimas elecciones presidenciales, el país tuvo que enfrentar una terrible disyuntiva, votar por Alan García que en cinco destruyo al país o por Alejandro Toledo que tuvo la virtud de enfrentar durante los últimos meses del gobierno ilegal e ilegítimo de Fujimori. Las dos eran malas opciones. Hoy, a un año y dos meses de las elecciones del 2006, las perspectivas no son las mejores. Los que tanto daño le hicieron al país suman poco más del 30 por ciento de la intención de voto. Elevemos la calidad de la política y concertamos alternativas que permitan a la gente unirse para que el Perú sea respetado y los peruanos vivan una vida digna. El gobierno no esta tarea de una persona. Hay importantes avances en el Acuerdo Nacional, postergado por la política menuda. Se trata, por lo tanto, de construir desde las comunidades de base, nuevos liderazgos, premunidos de una sólida base moral, gente a la que no le tiemble la mano frente a la corrupción, que la enfrente, que la derrote, que sea capaz de trabajar por el bien del país, amando la libertad, la democracia, la justicia y luchando porque la gente no sea excluida porque es india, mestiza, andina, o de origen africano. Está en nosotros ir contra la corriente que es un principio democrático de gente de espíritu noble.

 

Escrito por: Oswaldo Carpio para SanJuandeLurigancho.com

 

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