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viernes, 8 de julio de 2011

Susana Villarán y Fuerza Social: 180 días de Gobierno Municipal

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Susana Villarán y Fuerza Social: 180 días de Gobierno Municipal

Se descubre, seis meses después del gobierno, que el Estado es burocrático y que los funcionarios están mal pagados. Nada menos.
viernes, 8 de julio de 2011 - 43699 vistas
Cuando uno sabe a dónde llegar tiene claridad, tranquilidad y capacidad para decidir. Si no sabe a dónde llegar los pasos serán inciertos y el funambulismo será la característica dominante.
 
Entender el funambulismo del Gobierno Municipal de Lima requiere ir a las raíces. El origen está en el Plan de Gobierno presentado en la campaña electoral por Fuerza Social. Un plan improvisado, que daba cuenta de un desconocimiento de la problemática de Lima y, específicamente, de la Municipal. Era tan enorme la ignorancia que allí mismo están impresas las palabras que desconocían, incluso, la existencia de la Autoridad de la Costa Verde.
 
En la política peruana no es nueva la audacia. Tampoco la improvisación al momento de tomar decisiones. Existe la idea de que “gobernar es fácil” como dijera el ex presidente Alejandro Toledo a los pocos días de asumir el gobierno del Perú en el 2001. Gobernar es uno de los asuntos más difíciles, complejos, conflictivos. Desde la antigüedad se entendió que debían hacerlo, como reflexionaba Platón los sabios, los filósofos. Sócrates afirmaba que “nadie es capaz de hacerle frente a un trabajo si no se siente competente; sin embargo, muchos piensan que son capaces de controlar el más difícil de los trabajos, el gobierno”. Tanto la filosofía política como la ciencia política moderna han investigado el tema del poder y del gobierno, y ambas coinciden en que gobernar es un asunto sumamente complejo en el que convergen temas relacionados con la historia, la cultura, la economía, la administración, la gerencia pero, también, con el liderazgo, los equipos humanos de gobierno, la experiencia de los gobernantes, los planes de gobierno y la capacidad de ejecutarlos, las capacidades técnicas, los sistemas de comunicación e información, las gerencias, los sistemas administrativos, la relación con la sociedad civil y, todo ello, relacionado a dos grandes asuntos:  la gobernanza y la gobernabilidad.
 
En los cien primeros días, el Gobierno Municipal de Lima de Susana Villarán dio muestras claras de una vocación por la transparencia y expresó su voluntad por investigar la gestión anterior. Eso implicaba un cambio en una cultura política marcada por la impronta de la corrupción. Pero, simultáneamente, mostraba una incapacidad para definir objetivos políticos y metas claras, una estrategia de gobierno, programas y acciones políticas concretas. Las señales fueron reveladoras y, simultáneamente, contradictorias. La preocupación por invertir en la Costa Verde frente a un aparente acendrado compromiso social (nada menos que de Fuerza Social) saltó a la vista. Esa contradicción se ha acentuado en los siguientes meses. Mientras la alcaldesa se autodefinía como “socialista-liberal” se alejaba del compromiso social que se suponía era la principal promesa política y el rasgo distintivo de su discurso político.
 
El funambulismo de Susana Villarán y Fuerza Social, reside en el total abandono del compromiso social y una incapacidad para entender que se llega al Gobierno a gobernar y no a dar discursos, a formular declaraciones sobre todo tipo de temas y menos a debatir con otros actores políticos. El alcalde, específicamente, requiere concertar, sumar, buscar alianzas con objetivos prácticos: resolver problemas concretos.  La primera tarea, elemental, básica de un gobernante es gobernar y, simultáneamente, crear un fuerte equipo de gobierno que garantice resultados. No se percibe conocimiento sobre el arte, la técnica y la ciencia del buen gobierno y menos que se cuente con los equipos humanos adecuados. Muchos “actos simbólicos”, actos ideológicos, apoyo a “minorías”, presentaciones en escenarios no estudiados, no analizados y mensajes contradictorios. El alcalde no puede ser una figura controvertida dedicada a los debates públicos y a pocos resultados prácticos. El buen alcalde se caracteriza porque habla poco –no es mudo - y hace mucho.
 
El alcalde se ubica en el primer escalón del sistema democrático. Es la autoridad más cercana al ciudadano. Por ende, el ciudadano busca en el alcalde (al quadi: el juez, el jefe en árabe) soluciones a los más diversos problemas sencillos, desde el ornato, la limpieza, los espacios verdes, el transporte, el tránsito, la vialidad, la seguridad ciudadana, el orden y el respeto a los espacios urbanos. A todo ello, temas aún más puntuales como el estado de las pistas y las veredas, los muros de contención, el equipamiento, mobiliario urbano, la infraestructura y, los temas de fondo: educación, medio ambiente, salud, etc.
 
En todos ellos es muy poco lo que el ciudadano percibe. Peor aún, las señales son funambulescas: se declara, con poco tino, que se verán obras, resultados dentro de un año y medio, que sumados a los seis meses transcurridos, serán de dos años. Nada menos.
 
Esta falta de claridad es explicable por una colosal falta de experiencia, una evidente inseguridad que se manifiesta en la pretensión de dar la imagen contraria: una seguridad que linda con la soberbia y una cierta intolerancia a la crítica que demuestra ya no un ego colosal sino una cierta incapacidad para entender que la desaprobación ciudadana es resultado de una demostración clara de incompetencia en temas elementales.
 
Los críticos han expresado que una cosa es gobernar una ONG y otra es gobernar la ciudad más importante del país. Lima tiene, prácticamente, la misma población que Bolivia y no se percibe, en las tareas del gobierno de Lima, ni la experiencia, la consistencia, el carácter y la capacidad para gobernar una ciudad de 8 millones de habitantes.
 
La falta de experiencia es monumental. Se descubre, seis meses después del gobierno, que el Estado es burocrático y que los funcionarios están mal pagados. Nada menos.
 
Entender las tareas del Gobierno Municipal requiere tiempo. No se ingresa a un gobierno a aprender. La carrera política municipal comienza ya sea en una municipalidad distrital, como regidor, alcalde o funcionario municipal. El político crece con la experiencia y las horas de vuelo. Si no se ha gobernado nada antes de llegar a una responsabilidad como la de gobernar Lima se llega a improvisar.  Las leyes deberían poner como uno de los requisitos para postular a un gobierno, la experiencia previa, pues de lo contrario, las consecuencias para las ciudades y el país, son terribles. Esto que es fundamental para cualquier trabajo, debería serlo para postular al gobierno.
 
Susana Villarán y Fuerza Social, deberían buscar una explicación a la baja aprobación abandonando la soberbia. Una actitud más humilde, podría permitirles empezar a corregir. Lo primero es lo más importante. Si toda la explicación se reduce a una conspiración de los que quieren verla fracasar no habrán avanzado un milímetro. Es cierto que hay pequeños partidos y pequeños dirigentes que buscan pescar a río revuelto con un fuerte apoyo mediático. Pero esa no es la explicación del tema de fondo. Los factores externos actúan sobre los internos. El sabotaje permanente del poder de Fujimori-Montesinos contra el Gobierno Municipal de Alberto Andrade y de Somos Perú, jamás pudo derrotarlo ni amedrentarlo. Entonces, el factor externo no es el que explica todo.
 
La explicación es muy simple. Si no se sabe a dónde llegar, no se puede saber cuál es el camino. ¿Cuál es la visión de la ciudad? ¿Cuáles son los objetivos? ¿Cuáles son las metas? ¿Cuál es la estrategia? ¿En dónde están los cuadros técnicos? ¿Quiénes son? ¿Son experimentados? ¿Cuáles son las prioridades? ¿Hacia dónde se quiere avanzar?
 
La razón, aparente, de Fuerza Social era su compromiso “social” con la gente. Ese compromiso, en la práctica, no existe. La prioridad simbólica y práctica para el gobierno “socialista liberal” es la Costa Verde que requiere inversiones sí, pero que las puede realizar el sector privado. Es una mentira colosal que esté en peligro el carácter público de las playas o que alguna fuerza política haya pretendido privatizarlas. La bahía de Lima no es la de Guanabara. Si se orientan las políticas públicas para que el sector privado invierta en la Costa Verde de acuerdo a un Plan Maestro, se podrán liberar millones de soles que se podría destinar a un objetivo fundamental: la lucha contra la pobreza. Se requiere un SHOCK DE INVERSIONES en las Limas emergentes. Ese es el compromiso social que la gente espera: la mayor inversión en las nuevas Limas con el objetivo de sacar de la pobreza y extrema pobreza a casi dos millones de personas.
 
El acuerdo de invertir más de 600 millones de soles en San Juan de Lurigancho es un paso importante pero requirió de marchas y confrontaciones. Si se lograra los mismos acuerdos con otros gobiernos municipales de las Limas emergentes se cambiaría la agenda municipal, el discurso y el estilo político confrontacional de permanentes discusiones por un estilo de trabajo intenso, de compromiso evidente en la búsqueda de soluciones a los problemas que preocupan a la gente. Eso cambiaría el discurso político, la imagen y la relación con los ciudadanos de Lima.
 
Finalmente, ganando en claridad en lo que se quiere, hay que empezar una revolución verdadera. La revolución de las gerencias. Sin gerentes preparados, capaces, experimentados no se llegará a ninguna parte. Los que se han dedicado de por vida a interpretar el mundo pero no a transformarlo, no estarán en capacidad de convertir los planes en realidad. Eso es elemental. Se requiere gerentes. Menos comentaristas. Menos diagnosticadores. Menos diletantes. Cuadros políticos que tengan claridad sobre lo que se pretende y cuadros técnicos, gerentes, que conviertan los planes en realidad. El mundo moderno es el del cambio, la transformación de la realidad. 
 
Lima merece un cambio en el la seguridad, el transporte, el tránsito. Las Limas emergentes están a la espera de un  compromiso “social”. En Centro Histórico requiere planes y acciones concretas. Menos funambulismo, más precisión, decisión, compromiso práctico. El tiempo político está cambiando. Pero, el tiempo cronológico aún es favorable. Pero, se requiere un cambio de actitud ya.

 

Escrito por: Oswaldo Carpio para SanJuandeLurigancho.com

 

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