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viernes, 8 de junio de 2012

La Comunicación Política (III) : La ética en la comunicación

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La Comunicación Política (III) : La ética en la comunicación

En la sociedad mundial, globalizada, la comunicación se ha convertido en el centro de la actividad humana.
viernes, 8 de junio de 2012 - 43208 vistas
Karl Apel, afirma que somos una comunidad ilimitada de comunicación o de comunicadores. La comunicación tiene una sustancia ética, pues se sostiene en la idea de que nosotros hablamos, es decir, nosotros nos comunicamos con otros comunicadores/perceptores semejantes. Respetar al otro es lo que da sentido a la comunicación política. Todo lo que se aleja del respeto al otro, que lo utiliza, lo manipula, lo engaña o le miente, generará frustración, violencia e infelicidad.
 
En la sociedad mundial, globalizada, la comunicación se ha convertido en el centro de la actividad humana. Desde el Twiter se envían decenas de millones de mensajes diariamente en todo el mundo. Las nuevas tecnologías de comunicación e información, las páginas WEB, Youtube, los canales de televisión locales, las cientos de emisoras de radio, los Blogs y el Facebook pueden servir para comunicar o para incomunicar.
 
La política hoy está unida consustancialmente a la comunicación.  Luchar por el poder es comunicar y gobernar es, también, comunicar. Lo que hace la diferencia es la ética, la moral o la virtud. Se puede asumir la comunicación política desde la demagogia –las diversas formas de mentir en política- o desde la búsqueda de la verdad y una comunicación transparente que considere al semejante un fin en sí mismo y no un medio para conseguir algo. En esta idea, reside la diferencia entre las ideas democráticas y las totalitarias. Es la persona humana un fin en sí mismo y, por ende, no puede ser engañada o utilizada para conseguir un fin oculto, sustentado en el doble lenguaje o el engaño como método. O la persona se debe subordinar a las leyes de la historia –la lucha de clases o la supremacía de una raza, un pueblo o un país- que inexorablemente nos llevarán a un “nueva sociedad”. Desde ese punto de vista, la demagogia, la manipulación, la mentira y el engaño, son un camino válido, en la medida que -así piensa el totalitario- estamos facilitando la destrucción de una sociedad para construir una nueva.
 
En la comunicación política está en juego una proposición fundamental: El fin justifica los medios o los medios justifican el fin. La filosofía política ha debatido largamente este tema. Los críticos que justifican los medios para llegar a un fin, afirman que si los medios son equivocados, violentos o inmorales, el gobierno o el poder que se ejerza, será igual o peor. La historia ha demostrado que es así. El que llega por medio del terror, gobernará por medio del terror. Por ello, los medios son un asunto esencial. Con la otra idea -que el fin justifica los medios- se abren de par en par las puertas al “todo vale”, que es la ley de la jungla, el retorno a la sociedad de la naturaleza.
 
El tema de la ética en la comunicación comienza en la antigüedad con Platón que sostenía que el lenguaje sirve para comunicar a otros algo sobre las cosas. Las ideas de Platón fueron, en su formulación, algo ingenuas. Al afirmar esta idea, él creía que se transmitía ese algo con buena intención. Platón creía que las personas en la medida que conocieran la realidad, lejos de la apariencia, podrían comunicar con la verdad. Por ello, la tarea del sabio o el político era la de educar y comunicar la verdad una vez descubierta. El hombre educado, en posesión de la verdad, debía actuar rectamente. Aristóteles entendió que se puede conocer la verdad pero sin embargo se puede no decirla. En otras palabras se puede conocer la verdad pero sin embargo se puede mentir o afirmar falacias en función del objetivo del poder.
 
Desde la antigüedad hacia adelante se ha discutido sobre el tema de la mentira y la verdad en política. Pasando por alto a pensadores como San Agustín que dedicaron abundantes estudios sobre la mentira, podemos llegar a uno de los filósofos esenciales en la fundación de la modernidad: Emmanuel Kant.  
 
Kant, es un pensador liberal, creador de la tesis del imperativo categórico por la cual –luego de arduas trabajos de investigación- sostiene que se debe actuar en función de una actuación por la cual nuestros actos responden a leyes universales. ¿Son tus actos leyes universales? Si son leyes universales puedes actuar en consonancia con ellas. ¿Es una ley universal que todos los gobernantes roben? Si no es una ley universal, simplemente no debes robar. Este axioma moral, Kant lo llama el imperativo categórico. Actúa, entonces, como si tus actos fueran leyes universales. En el otro lado del mundo, Confucio -500 AC., el Kant de China- formuló una proposición parecida y que todos repetimos sin saber que Confucio es el autor y que tiene más de dos milenios de vigencia: No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti.
 
La idea de una moral sustentada en la razón y en axiomas como leyes científicas, tiene una profunda raíz en el concepto del ser humano como un ser libre, capaz de pensar, razonar y de emitir juicios morales. Kant propone actuar libremente haciendo uso de la razón. Por ello, la moral es resultado de una pregunta universal concreta, ¿son tus actos leyes universales? ¿Es una ley universal mentir, engañar, robar, tergiversar, fomentar la violencia para conseguir determinados fines? ¿Es una ley universal utilizar a las personas como medios para conseguir fines personales, partidarios o grupales? ¿Qué sucede si todos utilizan el camino del engaño, la mentira, la violencia o el terror? ¿Cuál sería el destino del país y de la humanidad?
 
En circunstancias que el mundo se está transformando aceleradamente, caen las barreras nacionales, se integran los países y los bloques regionales, existe un mercado mundial y un incesante intercambio comercial, posible por la revolución científica y tecnológica incesante, es fundamental una ética comunicativa que le dé un sentido a la política y a la comunicación. Sin una ética comunicativa, es imposible entenderse, comunicarse, aceptarse mutuamente, respetarse. La ausencia de una ética comunicativa genera una visión parcializada de la realidad por la cual, el otro está equivocado o se mueven en las apariencias, y por ende, puedo imponer mi mensaje, manipulando.
 
La idea de que el pueblo es ignorante está en la raíz de las ideas totalitarias que consideran que ellos, los totalitarios, son los poseedores de la verdad. Ellos son el sendero que debe transitar el pueblo y, si éste, no lo hace es porque está alienado o vive en el mundo de las apariencias. La tarea de los iluminados es llevarles o comunicarles la verdad, que llega desde fuera por los que poseen la verdad científica, e imponerla por cualquier medio, incluida la mentira.
 
En la guerra política la comunicación es el tema central. Se puede decir un 25% de verdad con un 75% de mentira. Un 50% de verdad con un 50% de mentira; un 25% de mentira con 75 % de verdad. Hay muchas formas de engaño que inducen al error a la gente. En la guerra política el fin justifica los medios y la gente, la persona humana, se convierte en el blanco o el objetivo del engaño. Esto lleva a confusión, al miedo, al terror y a la movilización a partir de esos sentimientos irracionales.
 
La demagogia que puede ser sintetizada como la mentira en política, apela a la tergiversación, a la mentira, al halago excesivo de la gente y a su manipulación. Las últimas revueltas en el país son fruto del uso de la mentira, de las medias verdades a fin de manipular y utilizar a la gente para conseguir un determinado objetivo.
 
En un universo de comunicadores, en el que todos nos reconocemos como iguales en tanto seres humanos, las diferencias radican en las costumbres, la cultura, el idioma, las características étnicas y raciales, entre otras. La comunicación tiene que partir del reconocimiento, aceptación y respeto a las diferencias. El mundo se integra, se globaliza pero no destruye las diferencias, antes bien, los países y los pueblos afirman sus identidades. Comunicar en una comunidad universal de comunicadores requiere, entonces, una sustancia ética, pues sin ella nuestra comunicación no sólo conducirá a generar conflictos, sino que será la base del desentendimiento.
 
En Kant encontramos las ideas claves. Tres de ellas son razón-razonabilidad, libertad y voluntad. La comunicación tiene que basarse en el respeto al otro como ser razonable que se atreve a pensar. Se puede apelar a lo emocional con el fin de lograr una comunicación eficaz pero se tiene que buscar argumentar, fundamentar, razonar. De lo contrario la comunicación se sustentará sólo en las emociones que pueden ser fácilmente manipuladas. La comunicación, así mismo, es posible en una sociedad libre y con seres humanos libres. La libertad es una conquista de la modernidad y no como afirman los totalitarios, un prejuicio o un obstáculo para sus fines. La libertad implica hacer uso de la razón para elaborar mensajes, pero éstos se sustentan en una moral y en una fuerza de voluntad para expresarlos y no deslizarse hacia las fáciles inclinaciones personales que deshonran/pervierten la comunicación.
 
La comunicación política tiene que sustentarse en una moral consistente, fundamentada en la razón y en la capacidad humana para razonar y no en la simple emoción. La voluntad implica la capacidad de las personas para actuar en correspondencia con la razón y, por tanto, ejercer una disciplina y una acción valerosa, virtuosa.
 
Confucio y los filósofos taoístas, de la misma forma que Aristóteles, promovían la búsqueda de la armonía en relación con uno mismo, con los demás y con la naturaleza. Aristóteles proponía como moral, alejarse de los extremos, encontrando en el centro, en el medio –no como eclecticismo- el camino para la solución de los asuntos humanos.
 
La comunicación moderna, tiene que apelar a la búsqueda de la armonía en la sociedad, alejándose de toda forma de extremismo manipulador, que impida el entendimiento entre las gentes. Comunicar es establecer relaciones entre las personas, informando de algo sobre las cosas  a los demás. Ese algo, debe tener un valor y no debe ser un algo deleznable, injusto, destructivo que impida una mayor armonía entre las personas. 

 

Escrito por: Oswaldo Carpio para SanJuandeLurigancho.com

 

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