En medio de un estalinista culto a la personalidad tan arraigado en los totalitarismos, los gobiernos de Cuba y de Venezuela se preparan para una etapa post Castro y post Chávez. Castro acaba de cumplir 86 años, y los panegíricos sobre su liderazgo no cesan como si el mundo tuviera que rendirse a sus pies. 52 después de la toma del poder por la guerrilla, sin elecciones, imponiendo su voluntad sobre el pueblo con el “socialismo o muerte”, en Cuba se discute sobre la transición aún cuando de manera indirecta. El debate sobre la propiedad estatal, la pública, la social y la cooperativa atisba algunas ideas sobre la propiedad individual pero los actores, hablan a lo Esopo, por temor a que el estado de ánimo del inmarcesible cambie, y todo retorne al punto de partida como ha ocurrido tantas veces.
Los últimos reductos del totalitarismo comunista en el mundo están en Corea del Norte y, en Cuba y Venezuela por la amenaza chavista con el llamado “Socialismo del Siglo XXI”, que no es otra cosa que el castrismo-estalinista con otro nombre, que busca ladinamente, los verdaderos propósitos: instaurar la utopía reaccionaria del totalitarismo comunista. La forma cómo están procesando sus problemas internos, es un retorno al viejo atavismo estalinista: transferir los problemas internos hacia el mundo exterior, exportar sus dificultades y sus temores hacia los demás países de América del Sur. Es la forma de cerrar filas internamente. Ese fenómeno, estudiado por el psicoanálisis en las relaciones del ser con el mundo exterior es materia de estudio de la ciencia política. Todos los crímenes cometidos en el poder tuvieron, siempre, una justificación transfiriéndolos hacia los demás.
Como se sabe, Cuba depende hoy totalmente de Venezuela como antes dependió de la URSS. Hoy todo, todo eso tiene un sendero obscuro: el del triunfo de Chávez sobre Capriles el 7 de octubre. Faltan menos de dos meses y el chavismo, sabe que aún ganando, puede obtener una victoria pírrica, pues una re-re-reelección abre las puertas a una posterior y rápida caída. La historia de América Latina enseña que forzar al extremo las cosas abre las puertas a la derrota. El desgaste del chavismo en la campaña electoral venezolana es cada vez mayor. Pasar más de una década denigrando a los rivales y prometiendo la vieja utopía reaccionara encabezada por un megalómano providencial es cada vez menos creíble. Como en el cine y en el teatro, si el relato no es verosímil, la historia se desploma y el público abandona la sala en medio de protestas o se queda pero extrae sus conclusiones a la salida.
Todo esto lo saben Castro y Chávez, por eso, ante la eventualidad de su derrota, el último, con prácticamente un ejército de asesores cubanos, está creando una fuerza de un millón de “milicianos” -en el 2013 y dos millones el 2014- en el desesperado afán de exportar sus problemas internos a América del Sur.
Los gobiernos de Cuba y Venezuela, Castro y Chávez tienen una relación simbiótica, por la cual Venezuela aporta más de 10 mil millones de dólares anuales a Cuba. ¿Qué sucederá si el poder de Chávez desaparece en Venezuela? La salida es "exportar" sus problemas, sus conflictos. Requieren, para ello, maniobrar en América del Sur a través de Bolivia, Argentina y otros países, que están urgidos, por el pésimo manejo económico, los millones de dólares del manirroto gobierno de Venezuela. El chavismo avanzó algo al pretender aislar a Federico Franco en Paraguay pero ese logro es inconsistente pues Fernando Lugo fue absolutamente incompetente en el gobierno, al extremo que ante las elecciones de abril del 2013 sólo aspira a una curul.
Por ello, la deposición del inefable Lugo los condujo a la desesperación pues necesitaban a Venezuela en el MERCOSUR. Satanizar a Franco no ha sido suficiente. Bolivia, como en los años 60, es el eslabón más débil y desde allí maniobran, silenciosamente. La exigencia es cada vez mayor a sus aliados. Requieren que asuman protagonismo en los asuntos internacionales como caja de resonancia para sus maniobras. El temor de Castro y Chávez es fundado pues la primavera árabe es el espejo en el que se miran.
En resumen, hay una evidente preocupación en la cúpula en el poder en Cuba y en Venezuela en el escenario post Castro y post Chávez. Frente a ello, buscan exportar sus problemas como lo han hecho en el pasado.
Es preciso estar alertas. El Perú no tiene por qué ser espacio de maniobras de un régimen totalitario en crisis de salida ni de un aprendiz que intenta perennizarse en el poder. Si las dictaduras son malas, las dictaduras totalitarias son aún peores. Retroceder hacia adelante es una reacción audaz que les trajo éxitos en el pasado. Estando advertidos, no podemos caer en el juego. El Perú no debe ser espacio de maniobra de fuerzas internacionales antidemocráticas.
