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miércoles, 22 de agosto de 2012

Costa Verde, acantilados y “pensamiento correcto”

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Costa Verde, acantilados y “pensamiento correcto”

miércoles, 22 de agosto de 2012 - 41396 vistas

En diciembre de 1995, Alberto Andrade, que ya había ganado las elecciones municipales de Lima, firma el contrato para que a partir del año 1996, se inicie la inversión privada del proyecto Larco Mar. Andrade, que era una persona valiente, no dudó en firmar pese a los consejos de algunos timoratos, por temor a que se malinterpretara su firma pocos días antes de dejar el Gobierno Municipal de Miraflores. Sin embargo, la transparencia del Concurso y la calidad del proyecto, fueron la fuerza decisiva para que estampara su firma y quedara claro que él había aceptado la iniciativa privada, convocado a concurso y firmado el contrato.

Todo se hizo en forma transparente, limpia, a la luz del día con el objetivo que Miraflores siguiera avanzando en su modernización, en el desarrollo de sus ventajas comparativas –playas, sol de verano, amplias áreas eriazas que luego se convirtieron en grandes áreas verdes sobre el acantilado, turismo receptivo, etc., en un distrito de clase media emprendedora que se proyecta al futuro. Hoy los vecinos de Miraflores y Lima caminan, corren y disfrutan de espacios que estaban abandonados.
 
La maledicencia, la politiquería y una cultura política mediocre, se abrieron paso para que en la campaña electoral municipal de 1998, varios candidatos financiados desde el SIN en Miraflores y Lima, iniciaran una guerra sucia, con comisiones investigadoras del Congreso de la República incluida, para hacer escándalo con el fin de que Alberto Andrade no ganara con más del 60% de los votos a Juan Carlos Hurtado Miller, pues eso lo convertía en práctico candidato a la presidencia de la república según evaluación de  Vladimiro Montesinos. Hurtado Miller tenía una falange de asesores/soras fujimoristas, que desataron una guerra sucia por la cual quisieron meterse  violenta y vocingleramente a la alcaldía de Lima so pretexto de lucha contra la corrupción. Algunas de esas asesoras son, ahora, furibundas, anti-fujimoristas y portavoces del pensamiento correcto. Ese año, 1998, no dudaron en envenenar la campaña electoral con el sambenito de que algo sucio había en el contrato de Larco Mar. Terminada la campaña electoral, derrotado el candidato y sus asesoras, las comisiones investigadoras, cerraron el caso, sin encontrar nada que cuestionar.

En el Perú, al que se atreve a hacer obra y actuar en forma limpia, siempre lo atacarán porque es más fácil pasar desapercibido sin hacer nada, que atreverse a ir contra la corriente. Ser democrático es ir contra la mediocridad imperante. Alberto Andrade, logró, con el paso del tiempo, que sus críticos furibundos, asistieran al teatro, al cine, a los cafés, restaurantes, paseos, centros comerciales de Larco Mar, además de disfrutar de una puesta de sol, largas caminatas por las agradables áreas verdes, etc. Esos/esas furibundos críticos/cas, jamás pidieron disculpas. Así es la política peruana. Gente de memoria corta, que siempre está empezando de cero, como si la historia previa no existiera. Son impecables vírgenes políticas, a la espera de acomodarse en el nuevo escenario y siempre portavoces del “pensamiento correcto”.

Larco Mar es un ejemplo de inversión privada. Debajo del Parque Salazar, se construyó un gran espacio absolutamente democrático, al que asisten decenas de miles de personas de todas las Limas, del país y del extranjero, aprovechando la calidad del diseño y la construcción. El que no desea comprar puede caminar, tomarse fotografías, pasear disfrutando de un día agradable.

Toda la construcción de Larco Mar se hizo con inversión privada. Se paga una suma mensual a la Municipalidad por un período fijado en el contrato que una vez cumplido puede ampliarse o las instalaciones revierten en favor de la Municipalidad.

Este modelo de concesión fue creado durante el primer gobierno de Alberto Fujimori. Muy pocos empresarios asumieron esta modalidad de concesión que se inicia con una iniciativa privada que presenta el proyecto a la Municipalidad que si está de acuerdo lo somete a acuerdo de Consejo. Una vez aprobado, se convoca a concurso y el que presentó la iniciativa tendrá una bonificación en la puntuación.

Pese a la bondad y a la practicidad de la propuesta, no se volvieron a presentar proyectos de esta naturaleza a desarrollarse en la Costa Verde ni en los acantilados. Una versión dogmática sobre los acantilados, declarados, prácticamente, patrimonio ecológico, puso a todos a la defensiva.  De otro lado, la satanización de la inversión privada, ha dado lugar a voces maximalistas que aprueban y promueven inversión privada cero en la Costa Verde.
Vayamos por partes. Los que vivimos en Miraflores, sabemos que los actuales acantilados son una creación artificial. Los viejos “chorrillos” resultado de la filtración de las aguas en el distrito de ese nombre, no existen más. En la mayor parte de Barranco, Miraflores, San Isidro, Magdalena y San Miguel, no existía espacio entre el acantilado y el mar, salvo en una pequeña zona de Barranco y Miraflores, en donde se instalaron varios clubes y se crearon pequeños espacios veraniegos. Los miraflorinos disfrutaban del sol y del mar, en una breve playa de piedras. Ernesto Aramburú Menchaca, es el que inicia en los años 60 la creación de la Costa Verde, que atinadamente el ex alcalde de San Isidro le llamó la Costa Marrón, pues las áreas verdes, son creación artificial. Alberto Andrade, en sus dos gobiernos municipales en Miraflores de 1990/1992 y 1993/1995 en Miraflores, inició el riego por goteo, que transformó en verde el paisaje marrón, lo que además dio seguridad a todos, pues por acción del viento y la humedad que orada los acantilados, de éstos se desprenden piedras y rocas que han causado la muerte y graves accidentes a viajeros inocentes.

¿En qué momento se sacralizó los acantilados pretendiendo “conguisarlos” al extremo de impedir toda inversión ya sea pública o privada en ellos? ¿Por qué esa tendencia insana de sacralizar estos espacios ganados por el trabajo humano, en este caso los nuevos acantilados de la Costa Verde, creación de los gobiernos municipales  y no regalo de la naturaleza? Se ha impuesto como “pensamiento correcto” que en la Costa Verde no puede haber ni inversión privada ni tampoco pueden “profanarse” los acantilados como si fuesen un santuario natural. Se construyen muchas falacias que de tanto repetirlas se convierten en lugares comunes, en “pensamiento correcto”, lo que hace enorme daño al desarrollo del litoral costero de Lima, impide las inversiones dentro de la ley y que los vecinos ganen en calidad de vida, se incremente el turismo, se creen puestos de trabajo, se cree riqueza y existan más recursos y se avance en la creación de un círculo virtuoso de calidad.

Los alcaldes de los distritos de la Costa Verde, siguiendo el ejemplo de Alberto Andrade, deben actuar con entereza, con valor y ser protagonistas de la modificación de un pensamiento populista, demagógico materializado en una ordenanza que impide la inversión privada en la Costa Verde, en la superficie contigua a los acantilados, al pie de éstos, etc. El Gobierno Municipal de Lima, si quiere proyectar a Lima como una ciudad agradable, moderna, integradora, plural que gane espacios de calidad, en armonía con la naturaleza y con la gente, debe cambiar la política, la actitud y la legislación local, abandonando tesis reaccionarias que impiden el progreso. Sacralizar la Costa Verde y los acantilados, es convertir un prejuicio y una necedad de engreído, en “pensamiento correcto” y mandato anti-moderno. Los alcaldes, los regidores y los vecinos que desean el progreso, la modernidad, el desarrollo y una mejor calidad de vida, tienen la palabra. Contar con una Costa Verde moderna, es hacer competitiva y de alta calidad, una ventaja comparativa que no tienen ninguna otra ciudad capital de América.

 

Escrito por: Oswaldo Carpio para SanJuandeLurigancho.com

 

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