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jueves, 17 de febrero de 2005

Elegir y ser elegido ¿Deber o derecho?

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Elegir y ser elegido ¿Deber o derecho?

jueves, 17 de febrero de 2005 - 63036 vistas
Está en debate si el voto es obligatorio o facultativo, es decir, opcional y, por ende, resultado de la libre voluntad ciudadana. La conquista de la democracia consagró el derecho a la elección, es decir, a elegir a los gobernantes. Este derecho, que recién existe con la liberal Revolución Francesa de 1789, canceló la imposición de la monarquía de heredar el poder en forma perpetua. Pese a las reformas producidas en Inglaterra, como parte de las grandes luchas de la emergente burguesía y de los habitantes de las ciudades, que conquistaron el derecho a elegir a representantes ante el Congreso -los comunes-, recién con la gran revolución liberal francesa, el derecho a elegir y ser elegido se consagra como un derecho ciudadano y se convierte en la gran bandera de la democracia como sistema universal. No es, entonces, por sus orígenes, el voto ciudadano, un deber u obligación. Es un derecho producto de la libertad, “de la voluntad general de los pueblos”, por cancelar el poder hereditario, el absoluto o el autoritario. La democracia -pese a la revolución francesa y a la guerra de independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, que consagró, asimismo, el derecho a elegir y ser elegido- es joven en el mundo. En el Perú no existe ni espíritu ni tradición democrática. Existe, todo lo contrario, un sentimiento autoritario, por el cual todos son iguales, pero unos son más iguales que otros. Recuerdo haber sostenido, en una reunión de un partido llamado democrático, que en el partido todos somos iguales… y encontrar la respuesta automática, inmediata, que le salió del alma a un dirigente, que dijo, sin pestañear, que “en el partido no todos somos iguales”. Entiendo que esa psicología autoritaria, “empozada en el alma”, es la que ha permitido, de un lado, que la democracia no se ejerza libremente y que exista, en realidad, un paternalismo autoritario, que considera que el Perú no está preparado para la democracia y, por ende, tienen que existir tutorías, como ese sambenito que se repite inconscientemente, sobre las instituciones “tutelares”, es decir, que ejercen tutela sobre la sociedad y los ciudadanos, cuando, justamente, la democracia se sustenta en la libertad, la autonomía, la independencia del ciudadano, libre de “tutelas”. Convertir el libre ejercicio de la voluntad ciudadana de derecho en deber, ha facilitado el funcionamiento formal -de pura forma- del derecho de sufragio pero no su existencia real. Si sostenemos que elegir es un derecho y los derechos se ejercen libremente, promovidos y garantizados por el Estado, es un contrasentido obligar a alguien a ejercer su derecho y peor aún multarlo e impedirle ejercer determinados derechos ciudadanos si es que no paga una multa que para los más pobres es muy onerosa. En nuestro país, la democracia, ha sido parcialmente una conquista popular. El sistema de hacienda, lo que se denominó el gamonalismo cercenó los derechos ciudadanos y dio lugar a la perversión del derecho a elegir y ser elegido. Se usaron muchas formas. El terrorista SL buscó boicotear las elecciones por espíritu antidemocrático y de rechazo a la “democracia burquesa”. Para ellos existen líderes naturales portadores de la verdad. En el “socialismo real” en el que se ejercía la dictadura del partido único sobre la sociedad, elegir y se elegido fue una ficción que sirvió, en algunos casos, sólo para la propaganda. En nuestro país y en general en América Latina, el 25 por ciento de los electores, deciden su voto los últimos dos días y en la propia cola ante la mesa de sufragio. Son los que votan a ganador y preguntan a los electores por quién van a votar para decidir su voto. Es, obviamente, una forma irresponsable de votar y los resultados saltan a la vista. El derecho al voto requiere educación, capacitación e información. Pero, sobre todo, requiere, que el que voto se transforme, crezca de individuo o de poblador a ciudadano. Eso no se logra con la pura coacción y menos con las multas. Eso ha venido creando una ficción de democracia y de legitimidad. La calidad del voto mejorará en la medida que los que ejercen el derecho a elegir, sean incorporados a la democracia y que vayan comprendiendo su importancia para su desarrollo individual, familiar y de su comunidad. Imponer el voto a sido uno de los factores por los que hemos tenido un voto de baja calidad que ha determinado un voto anti, o un voto de “revancha” o un voto “novedoso” pero no un voto conciente. Devolverle al ciudadano la libertad de elegir y ser elegido, obligará a las instituciones y a los partidos, a realizar una labor de docencia, de información y divulgación de las bondades de la democracia. No serán suficientes las palabras. Tendrán que actuar con el ejemplo. Los autoritarios temen que la gente no asista a votar y, por ello, insisten en que se mantenga la obligatoriedad del voto. Sostienen que eso le hará perder legitimidad al gobierno elegido. Ese argumento es falso. Pues hoy como ayer, con el voto obligatorio, se eligió pésimos presidentes, congresistas y alcaldes. Perdieron legitimidad por ser malos gobernantes. De otro lado, el que no asistió a votar, comprenderá que deberá estudiar e informarse, comparar las palabras con los hechos. De esta forma, la democracia incipiente se podrá fortalecer y se empezará a crear ciudadanos. Insistir en el voto obligatorio, es buscar una elector cautivo al que, de todas maneras, con prebendas, publicidad y propaganda engañosa se le llevará a las ánforas para que decida sobre el futuro del país. Es cierto que los partidos sin vocación democrática podrán reforzar sus estilos populistas y clientelistas. Pero, estarán las instituciones del Estado y la ley para impedirlo y la sana competencia entre partidos, la prensa independiente que podrá denunciarlo… Los ciudadanos, además, saben cuando se les quiere comprar el voto. Están frescas las experiencias de aquellos que se creían ganadores porque regalaban hasta bolsas de cemento, comida y otros bienes… cuando entendieron, a la hora de la verdad, que un ciudadano que ejerce el derecho a votar con conciencia, no abdicará de su derecho a elegir libremente. Tienen que sumarse dos factores. La acción educadora y persuasiva del Estado y el desarrollo de la autoconciencia. El ciudadano será tal cuando entienda, por sí mismo, que elegir es un derecho y que debe hacerlo bien… sólo así la democracia será sólida y habrá ciudadanos y ciudadanía. Esa es una de las tareas pendientes para que el sistema democrático cuente con raíces profundas y sanas. Entonces, diremos, la raíz está bien y la copa… también está bien.

 

Escrito por: Oswaldo Carpio para SanJuandeLurigancho.com

 

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