Evidencias del 6000 antes de Cristo en los cerros de Mangomarca, San Juan de Lurigancho
En 1992, mi compañero Guido Casaverde y yo nos encontrábamos filmando en un relicto de Lomas que habíamos conocido hace algunos años atrás, nos maravillaba el extraordinario verdor que recubría cada roca y gran parte de la ladera de cerro Balcón, situado en Mangomarca.
Al pasar las horas y luego de recorrer cada rincón de ese paraje, nos topamos con un enorme socavón, evidencia de actividad minera pasada, y sobre un nivel más alto nos llamó la atención la presencia de una terraza que restringía el paso y sobre ella un terreno nivelado del que resaltaba una enorme roca que exponía una erosión natural. Más arriba todo un conjunto de terraplenes, terrazas y recintos semienterrados y derruidos por el tiempo.
Roca donde se halló la pictografía
Guido apuntaba la cámara a cada forma de vida que aparecía en éste habitad, en tanto me anime a explorar la oquedad, la cual mostraba cierta dificultad para lograr su ingreso, una ves en la gruta, cuyo interior es mucho mas amplio, quede pasmado cuando al prender mi pequeña linterna su luz apuntó a un grupo de manchas rojas que luego y con calma pude identificar como pictografías, en un lenguaje común: “pinturas rupestres”. Mis gritos de emoción alertaron a mi compañero del hallazgo quien se apresuró a perennizar el hecho.
Desde entonces esta pequeña quebrada, la que durante el invierno expone una flora y fauna típica de estos ecosistemas de neblina, es nuestro punto de visita constante y hemos podido identificar diversas evidencias arqueológicas e históricas. Sin duda sus primeros habitantes buscaron refugio en estos lugares, construyeron pequeñas aldeas y sobrevivieron de productos que podían obtener de la naturaleza, esto fue probablemente durante el 6000 a. C. Posterior a ellos, en niveles mas bajos del cerro, aparecieron aldeas del periodo Formativo (1000 a 300 a. C) y durante la época Inca, el cerro se convirtió en cantera para la construcción y su cumbre en un centro de culto. Durante la época colonial, las lomas fueron adoptadas por los “chivateros” de Jicamarca quienes acampaban durante los meses de invierno y aprovechaban la abundancia de pastos para su ganado, ellos construyen varios corrales y un pequeño cementerio que hoy no existe. El pastoreo es una actividad que continúo hasta mediados del siglo XX, por esos años algunas personas inician actividades de exploración minera, por ello es fácil encontrar varios socavones en los cerros que rodean Mangomarca.
A todo este lugar lo conocemos como las lomas de cerro Balcón y hasta ahora nos son difíciles responder quiénes pintaron estas sencillas formas sobre la roca, se tratan de líneas y círculos que rodean una figura que se compone de dos anillos unidos por una raya central. Las figuras son en pigmento rojo, probablemente oxido de hierro, las estructuras que se encuentran cerca, nos dan una idea de tratarse de un asentamiento del periodo Precerámico, muy semejante a un pueblo de lomas ubicado al sur de Lima, en el valle de Chilca; llamado “Paloma”, hasta la fecha en el lugar no hemos registrado evidencias alfareras, se han observado recintos semi enterradas que son semejantes a las hallados y descritas para el sitio Paloma. En tanto no desarrollemos mayores investigaciones, no podríamos asegurar si ambos corresponden a la misma época, un compromiso pendiente es asegurar la conservación del ecosistema ya que es una muestra viva de biodiversidad local y cuyo estudio nos puede enseñar la manera de cómo el hombre coexistió y supo aprovechar su entorno natural.
Extrañas figuras dibujadas hace miles de años al interior de una roca erosionada
De comprobarse que estas evidencias corresponder al segundo período de ocupación precerámica (6000 a 3000 a.C), le daríamos mayores luces al momento donde los seres humanos dejaron sus hábitos nómades para establecer su morada de manera permanente en espacios comprendidos entre el litoral y las primeras estribaciones andinas. La acumulación de experiencias y prácticas con su entorno, permitieron la domesticación de algunas especies animales y vegetales. Cuando se inicia la agricultura, los grupos humanos se organizan en torno a su producción, teniendo como resultado la aparición de los primeros asentamientos sedentarios o aldeas.
El sentirse rodeado por la sencilla belleza de un ecosistema de lomas nos invita a imaginarnos la vida de quienes la habitaron, la magia que envuelve los extraños dibujos en la roca nos hablan de un espacio fantástico y uno puede imaginarse a las personas viviendo entre el rocío y el frío invernal, apostados durante las noche para narrar lo acontecido durante el día, los niños contentos por la abundante recolecta de caracoles, frutos de mito y pitajayas, recordando alegremente cómo se retoza por las laderas regadas de flores amarillas y violetas. Si las lomas desaparecen de nuestra vista a las futuras generaciones les será difícil soñar lo anteriormente descrito, desaparecerá la lechuza y dejaremos de escuchar el escandaloso canto del huerequeque y no podremos gozar con la belleza de la flor de amancaes.
Quince años después de este primer hallazgo es notable el daño que sufre el ecosistema y la gradual destrucción de sus milenarias estructuras, ojala algún día aprendamos de sus antiguos habitantes quienes consideraron a la naturaleza como su madre y supieron agradecerle por la abundancia de sus bondades.
Bibliografía Recomendada:
ABANTO LLAQUE, Julio H. 2001 San Juan de Lurigancho: distrito de historia milenaria. Lectura del Instituto Cultural Ruricancho. 5: 1-10.
BENFER, Robert 1999 Proyecto de Excavaciones en Paloma, valle de Chilca, Perú. Boletín de Arqueología PUCP. 3:213 -238.
CHAMORRO GARCÍA, Anderson. 2003 Introducción al estudio arqueológico de San Juan de Lurigancho. Unay Runa. 6: 19 - 29
GUFFROY, Jean 1999 El arte rupestre en el Perú antiguo. Lima: Instituto Francés de estudios Andinos.
NARVAEZ L., Joaquín 2006 Una visión general del desarrollo de las sociedades prehispánicas del valle del Rímac. Contexto. 1: 109 - 160.